GRANADA. Pasapalabra...

De nuevo cayó el lote menos propicio en suerte, por lo que el sabor y el recuerdo que dejó el pasado año Granada no se pudo reeditar. Las cámaras de Canal Andalucía me dejaron comprobar hasta qué punto influye la mala suerte y así, analizando detenidamente las dos lidias, llego a la conclusión de que aunque no sean los casos más clarividentes, la mentalidad de la cuadrilla debe cambiar... lo había observado algún otro día en directo.

Partiendo de la falta de fuerza del primero, los capotazos debieron ahorrarse, independientemente del lío con el presidente y que quien se los pegase fuese Morante, pero se debió medir más… pero lo que no debió ocurrir fue lo del quinto, el toro ya pegaba cornaditas en el saludo capotero de Morante y siempre muy arriba, por lo que Cristóbal no estuvo acertado en picarlo tan trasero, tan embarullado, siendo derribado. No cabe duda que todo son incógnitas que no se pueden rehacer pero lo que está claro es que un puyazo medido y delantero hubiese sido lo acertado; incluso ese derribo perjudicó considerablemente, ya que en los primeros compases de muleta el toro al verse que no volvería a ganar se rajó estrepitosamente. Parece con esta afirmación que devaluó el gran problema, la falta de raza del toro y no es así….

Quizás es justificar lo injustificable, pero es que da rabia, mucha rabia, ver las posibilidades de Morante, su forma de entender el toreo, su temple, su valor, porque hay que ver ese segundo toro embistiendo andando, noble sí pero dando la sensación de que en cualquier momento se quedaba debajo, y todo para que pasen actuaciones una tras otra e impere la incredulidad.